Juan Perro: Revolución cultural después de la tormenta.

Getafe, 20 de julio,

Lo mejor de Juan Perro, por encima, incluso, de su música, es que ama tanto lo que hace como lo que escucha. Por eso, nosotros amamos tanto a Juan Perro como a sus referencias («Qué rico el mambo!«). En coherencia con sus diferentes fases evolutivas, desde los primeros coqueteos con la apabullante influencia del pop/rock anglosajón hasta la asunción de las raíces latinas que nadie se atrevía, viniendo del Rock’n’Roll, a exteriorizar (hablamos de España y del año 1987 cuando surge la primera referencia del personaje. Su canción); Juan Perro no ha hecho otra cosa que investigar en su genética musical (rascando en sus huellas sonoras) para conseguir construir canciones milimétricas (como edificios) y apasionadas (como los boleros). En definitiva, un repertorio de tonadillas embriagadoras que lo mismo se fundamentan en las enseñanzas de la barbaridad y el ritmo del son cubano (Benny Moré) que en la pretérita grandeza de la música afroamericana, de la que Chicago y, sobre todo, Nueva Orleans son la cuna.

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Anoche, en formación de Zarabanda (danza prohibida del siglo XVI), Juan Perro enriqueció su cancionero con nueve músicos y una bailarina que convirtieron la quermés donde se celebraba el Festival Cultura Inquieta de Getafe en un cuartel general desde el que pergeñar una revolución a base de bailes, palabras, ritmos y felicidad: «Reina Zulú«, «Obstinado en mi error«, «Pies en el barro«, «Girasoles robados«, «El cigarrito«, «Pájaro de Siracusa«, «Perla oscura«…  y, claro, con semejante repertorio corrimos el riesgo de que se desatara un temporal.

El perro que merodeaba bajo la mesa del restorán de «Raíces al viento» es ahora un hechicero de las emociones que cuando ladra «Riders on the storm» de The Doors sólo está vaticinando la refrescante lluvia que vendrá después, precisamente en el instante en el que el can se está despidiendo con su canción («A un perro flaco«) antes de los bises.

Versado en la ley de la calle, este Perro lo mismo adapta la clásica «Blueberry Hill» al más puro estilo rythm’n’blues de Fats Domino que, sin dejar pasar la oportunidad, emborracha de boogaloo el mítico y salvaje «Twist and Shout» o recurre, en la coda de «La charla del pescado«, como si siempre hubiera estado ahí escondido, al funkyGet up«) de James Brown.

Perro03Se pasea Mr. Hambre, con sus botas de piel de cocodrilo y sus abalorios al cuello, en plan santero baturro, por el borde del escenario repartiendo besos y corazones, mientras presenta a los miembros de la (Zara)banda con cierto deje jotero. Nos recita, cual guiño castellano, el villancico medieval «Tres morillas» y entonces, como ese viejo profesor al que le estaremos eternamente agradecidos, nos instruye en el arte del jazz comercial alatinao, proponiendo, como fin de fiesta, que coreemos un fútil «Eh, la, la, la, la, la» (haciendo inteligible el estribillo de Mongo Santamaría) en una desopilante versión de «Watermelon man» «del Herbie» (Hancock).

Qué curioso, fue dejar de ladrar el perro y que se marchara la tormenta.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Es todo ur artistazo! Yo voy a verlo siempre que actua en Barcelona y lo seguiré haciendo mientras él siga cantando.

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